Los procesos de duelo
El duelo es un proceso complejo por el que tarde o temprano todxs vamos a pasar. Es una experiencia totalmente íntima e intransferible.
Desde este axioma, cuando estamos cerca de alguien que inicia un proceso de duelo, no nos queda más remedio que hacer un esfuerzo por suspender el juicio. Cualquier intento de acercamiento que se base en la adivinación acerca de cómo debe estar, sentir o vivir su proceso puede ser vivido como una intervención violenta o invasiva.
La educación en la muerte
Desde el mundo occidental, no estamos preparadxs ni nos preparan para hablar de la muerte sino para hablar de la vida. Entendemos la muerte como ese abismo del que no sabemos nada, pero a la vez lo sabemos todo.
Sabemos que la muerte es lo contrario de la vida y ello nos lleva a cometer un error lógico. Entendemos la vida como una realidad ajena a la muerte. Reducimos su ser a la pregunta de si existe algo más allá de la vida que conocemos, pero sin darnos cuenta de que de esa manera colocamos la realidad de la muerte en el plano de lo incognoscible, de lo que está más allá, de lo que no es.
La muerte es y forma parte de la vida. Su normalización, el poder hablar sobre ella, sin censuras, fomenta que llegado el momento nos demos permiso para expresar y a su vez nos sintamos cómodxs ante cualquier emoción.
¿Existe consuelo cuando acabas de perder unx hijx?, ¿Y cuando tu pareja fallece en un accidente de coche? ¿Cuando la persona con quien has pasado tu vida te comunica la decisión de romper la relación?, ¿Y cuando se muere tu madre o tu padre?
No existe consuelo que calme el desgarro que sentimos desde el instante en que sucede.
«¿Cómo que tengo que mirar para adelante si en mi adelante, en mi vida, no cabe esa despedida?»
Acompañamiento y validación emocional
Cuando estamos cerca de alguien que está viviendo esta situación, nuestra necesidad de ayudar puede acabar lastimando a la persona. Acompañarle es la clave, sin intentar cambiar la emoción que en ese momento está sintiendo. Permaneciendo de tú a tú con el dolor ajeno, acogiéndolo y validándolo.
Entender que las lágrimas, la tristeza, cualquiera de las emociones que se dé permiso a sentir, es lo que en ese momento necesita expresar (y vivir). Escuchar activamente desde el respeto, sin intentar elaborar un discurso mientras escuchamos para poder darle respuestas.
Hacer un esfuerzo por abandonar nuestros miedos, creencias, vivencias… sin intentar adoptar un papel, sin intentar mover su mirada hacia esa «vida sin muerte» que nos hemos construido. Esa es la mejor manera de estar.
No tengas miedo a las emociones. Las emociones son el termómetro de cómo vivimos nuestras experiencias. Además gracias a ellas conectamos con nuestra realidad. Solo así, de manera más saludable, la muerte formará parte de la vida o la vida formará parte de la muerte o bien ambas perspectivas.
UN VELERO
Estoy parado al borde de la playa. Un velero pasa con la brisa de la mañana y parte hacia el océano. Él es la belleza y la vida. Yo lo miro hasta que desaparece en el horizonte. Alguien a mi lado dice: «Se ha ido». ¿Hacia dónde se ha ido? Se ha ido de mi mirada, es todo. Su mástil sigue siendo tan alto, su casco sigue teniendo la fuerza para llevar su carga humana. Su desaparición total de mi vista está en mí, no en él. Y en el momento el el que alguien cerca de mí, dice: «se ha ido», hay otros más allá, que al verlo aparecer en el horizonte y dirigirse hacia ellos, se llenan de alegría: «Por fin, llegó».
William Blake
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